miércoles, 15 de junio de 2011

Por unos momentos dejé de reconocer el paisaje y brotó todo mi miedo.

Necesito expulsarlo de mis entrañas, que los dulces dolores liberen mi luz de espiral.
El ojo de Dios está en el cielo borroneado por el invierno y su eclipse. El ojo de Kali brota en la tierra y cambia su piel.
Las desiluciones son profundos dolores con los que cargo, al igual que todo ser humano sucumbo ante mi ego.
Reconozco ahora mi llegada, reconozco la puerta de mi dualidad, como un ser humano, busco no ser humano reptiliano.

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